04 julio, 2014

JOSÉ MARTÍ PÉREZ


YUGO Y ESTRELLA
Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y del mundo copia suma,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
¡Se oye que un paso más sube en la sombra!

Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

ALEJO CARPENTIER


FRATERNIDAD Y DEPORTE

Existe una imagen ideal, idílica, olímpica, de los Deportes. Es aquella que nos muestra a los Atletas entregados a las más nobles competencias físicas, en un estadio adornado de arcos de triunfo, estatuas del discóbolo, alego­rías y estandartes. Los dos bandos en pugna están trabados en apretada lucha. Brillan los ojos de los contendientes; están tensos los músculos como cuerdas de arcos. Cada cual rinde el máximo esfuerzo, para lograr la victoria de los suyos... Y cuando el juego termina con la derrota de uno de los dos bandos, victoriosos y vencidos se unen en un vasto abrazo de fraternidad atlética —abrazo que funde, por así decirlo, todas las almas en una sola, en imagen magnífica de lo que debiera ser una humanidad perfecta. Además —eso me decían cuando era niño— el deporte es ajeno a todo «chauvinismo». Cuando los deportistas defienden sus emblemas, sólo defienden sus emblemas. Y el público que contempla la pugna, sólo piensa en los emblemas. Se es azul o verde —como en el Hipódromo de Bizancio— por mera simpatía personal hacia este u otro club. Y una vez terminada la lucha en el estadio, es el caballeroso estrechen de manos, el abrazo, el boxeador que ayuda a levantar a su contrario, el vencedor que toma en brazos al vencido, para consolarlo y decirle que, otro día la vic­toria será suya. En fin —nos decían nuestros padres y maestros— que los deportes contribuyen a desarrollar la confraternidad humana.

Pero esto es lo que podríamos calificar de «deporte ideal». Porque existe un deporte concreto y real, que es el que he podido ver en todas partes, desde que salí de las aulas del colegio. Y es un deporte —no lo veo como un mal mayor, sino como un hecho que es preciso admitir— que agudiza en tal grado los «chauvinismos», que acaba por crear rivalidades entre provincias, ciudades, pueblos, y hasta barrios. Como decía Paul Deharme, hace años: «Acaba el vecino de Neuilly por enfurecerse porque los tenistas de su club perdieron contra los del Sporting de Passy.» Se entran a garrotazos los mozos de la ribera derecha y los de la ribera iz­quierda, en una aldea, porque los de acá ganaron a los allá. Así cierto juego de fútbol entre alemanes y franceses, en vísperas de la pasada gue­rra, transformó el Estadio de Colombes en un ámbito infernal, donde cual­quier chispa podía provocar un incendio... Y no hablemos de nacionalis­mos mal entendidos puestos en peleas de boxeo, tales como la de Schmelling contra Joe Louis, donde el problema no era ya el ganar un campeonato mundial, sino de lograr la victoria de un alemán, ario, contra un norteamericano, negro. Y, por lo mismo se recuerda la enorme publi­cidad hecha, en Alemania, en torno del viaje del «Húsar»; con las fotos de Anny Ondra, disponiéndose a escuchar la pelea de su marido, junto al aparato de radio de Frau Goering. Y las masas rabiosas con el luto en el alma, que regresaban a sus casas, apretando los puños, después de enterarse de la derrota de su campeón...
El deporte no es fraternal como lo pintan. Ni creo que contribuya mucho al acercamiento entre los hombres. Es lucha y, como toda lucha, atiza pasiones y alimenta rivalidades.

18 de Septiembre de 1953

JOSÉ MARTÍ PÉREZ

TENGO UN HUESPED...

Tengo un huésped muy inquieto 

Del lado del corazón.
¡Muy celoso, muy celoso!
Dormir no sabe mi huésped: no. 

Como una sierpe se enrosca 
Mas no como sierpe, no:
Como hoguera que consume 
El lado donde está mi corazón.


TIENE EL ALMA DEL POETA


Tiene el alma del poeta 

Extrañeza singular: 
Si en su paso encuentra al hombre 
El poeta da en llorar. 
Con la voz de un niño tiembla, 
Es de amor, y al amor va— 
Un amor que no se estrecha 
En un límite carnal. 
La corteza corrompida 
El fruto corromperá. 
Del amor de hembra no fío 
Si su hoguera han de alumbrar 
El quemante sol de estío 
O el sol pálido autumnal: 
¡Primavera —primavera, 
Madre de felicidad!
  
Y TE BUSQUÉ POR PUEBLOS

Y te busqué por pueblos, 
Y te busqué en las nubes, 
Y para hallar tu alma 
Muchos lirios abrí, lirios azules. 

Y los tristes llorando me dijeron: 
¡Oh, qué dolor tan vivo! 
¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía 
En un lirio amarillo!? 

*** 

Mas dime ?¿cómo ha sido? 
¿Yo mi alma en mi pecho no tenía? 
Ayer te he conocido, 
Y el alma que aquí tengo no es la mía.


JOSÉ MARTÍ

PATRIA ES HUMANIDAD

La manzana es un manzano

y el manzano es un vitral
el vitral es un ensueño
y el ensueño un ojalá
ojalá siembra futuro
y el futuro es un imán
el imán es una patria
patria es humanidad

El dolor es un ensayo

de la muerte que vendrá
y la muerte es el motivo
de nacer y continuar
y nacer es un atajo
que conduce hasta el azar
los azares son mi patria
patria es humanidad

Mi memoria son tus ojos

y tus ojos son mi paz
mi paz es la de los otros
y no sé si la querrán
esos otros y nosotros
y los otros muchos más
todos somos una patria
patria es humanidad

Una mesa es una casa

y la casa un ventanal
las ventanas tienen nubes
pero sólo en el cristal
el cristal empaña el cielo
cuando el cielo es de verdad
la verdad es una patria
patria es humanidad

Yo con mis manos de hueso

vos con tu vientre de pan
yo con mi germen de gloria
vos con tu tierra feraz
vos con tus pechos boreales
yo con mi caricia austral
inventamos una patria
patria es humanidad.

04 julio, 2013

EMILIO BALLAGAS

Emilio Ballagas fue uno de los poetas que exaltaron en su patria, Cuba, la poesía afroantillana. Buen ejemplo de ello es el poema "Para dormir a un negrito". A veces acude a la onomatopeya, como sucede con su poema "María Belén Chacón", ubicado también en su poesía negroide: "No fue ladrido ni uña / ni fue uña ni fue daño. / ¡La plancha de madrugada, fue quien te quemó el pulmón, / María Belén Chacón, María Belén Chacón". Ballagas fue rico en estilos y la multiplicidad de sus temas lo presentan como poeta ante todo, porque supo aprovechar las experiencias vividas para escribir versos hondos, a veces de un lirismo impresionante. Tampoco se detuvo ante la creación estética, y no le tembló el pulso cuando tuvo necesidad de acudir a la retórica. Uno de sus sonetos más famosos, "Fuente colonial", lo lleva a dar un ejemplo de rima sintáctica, cuando acude a los vocablos "no las" para rimar con violas. Sin embargo, fue el amor erótico el que le arrancó lo más genuino de su poesía. Cuando le envió a Octavio Paz su poema "Nocturno y elegía", el poeta y polígrafo mexicano le dijo: "El tono romántico, tan punzante, está diciendo a todos cómo, a veces, el camino más lento y difícil, el de la autenticidad, es el único" Ballagas colaboró con las principales publicaciones hispanoamericanas de su época, y en la revista de Avance y Antenas entre otras en su país. Se graduó de Doctor en Pedagogía en la Universidad de La Habana y ejerció el magisterio además de convertirse en un destacado traductor. Ganó el Premio Nacional de Poesía en 1951, con el libro Cielo en rehenes, que posteriormente Cintio Vitier incluyó en la edición de su obra poética, en 1955. (Luis Mario)
Camagüey (Cuba), 1910 - La Habana, 1954. Dr. Pedagogía y en Filosofía y Letras. Profesor, ensayista, antólogo, traductor. Poemarios: Júbilo y fuga (1931),Cuaderno de poesía negra (1934), Elegía sin nombre (1936),Nocturno y elegía (1938), Sabor eterno (1939), Nuestra Señora del Mar (1943), Décimas por el júblio martiano en el centenario del apóstol José Martí (1953), Obra poética de Emilio Ballagas (post. 1955; incl. Cielo en rehenes, 1951),Orbita de Emilio Ballagas (post. 1965), Obra poética (póst. 1984). Premios: Nacional (1951), Centenario de Martí (1953). Sobre su obra: Pallas, Rosa, La poesía de EB (1973).

PARA DORMIR A UN NEGRITO

Drómiti mi nengre,
drómiti nengrito.
Caimito y merengue,
merengue y caimito.

Drómiti mi nengre,
mi nengre bonito.
¡Diente de merengue,
bemba de caimito!

Cuando tú sia glandi
va a sé bosiador…
nengre de mi vida,
nengre de mi amor…

(Mi chirivicoqui,
chiviricocó…
¡Yo gualda pa' ti
tajá de melón!)

Si no calla bemba
y no limpia moco,
le va'abrí la puetta
a Visente e'loco.

Si no calla bemba
te va'da e'gran sutto.
Te va 'a llevá e'loco
dentre su macuto.

Ne la mata e'güira
Te ñama sijú.
Condío en la puetta
Ettá e'tatajú...

Drómiti mi nengre
Cara'e bosiador,
nengre de mi vida,
nengre de mi amor.

Mi chiviricoco,
Chivicoquito.
Caimito y merengue,
merengue y caimito.

Ahora yo te acuetta
la'maca e'papito
y te mese suave…
du'ce…depasito…
y mata la pugga
y epanta moquito
pa' que droma bien
mi nengre bonito…


EMILIO BALLAGAS

(Camagüey, 1908-La Habana, 1954)

NOCTURNO Y ELEGIA

Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.
Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.

No le digas que lloro todavía
acariciando el hueco de su ausencia
donde su ciega estatua quedó impresa
siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.
La carne es un laurel que canta y sufre
y yo en vano esperé bajo su sombra.
Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.

Si pregunta por mí dale estos ojos,
estas grises palabras, estos dedos;
y la gota de sangre en el pañuelo.
Dile que me he perdido, que me he vuelto
una oscura perdiz, un falso anillo
a una orilla de juncos olvidados:
dile que voy del azafrán al lirio.

Dile que quise perpetuar sus labios,
habitar el palacio de su frente.
Navegar una noche en sus cabellos.
Aprender el color de sus pupilas
y apagarse en su pecho suavemente,
nocturnamente hundido, aletargado
en un rumor de venas y sordina.

Ahora no puedo ver aunque suplique
el cuerpo que vestí de mi cariño.
Me he vuelto una rosada caracola,
me quedé fijo, roto, desprendido.
Y si dudáis de mí creed al viento,
mirad al norte, preguntad al cielo.
Y os dirán si aún espero o si anochezco.

¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.
De mí hablarán un día los olivos
cuando yo sea el ojo de la luna,
impar sobre la frente de la noche,
adivinando conchas de la arena,
el ruiseñor suspenso de un lucero
y el hipnótico amor de las mareas.

Es verdad que estoy triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el tomillo,
otra sonrisa la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé dónde.
Mejor será que espere a medianoche,
al extraviado olor de los jazmines,
y a la vigilia del tejado, fría.
No me recuerdes su entregada sangre
ni que yo puse espinas y gusanos
a morder su amistad de nube y brisa.
No soy el ogro que escupió en su agua
ni el que un cansado amor paga en monedas.
¡No soy el que frecuenta aquella casa
presidida por una sanguijuela!

(Allí se va con un ramo de lirios
a que lo estruje un ángel de alas turbias.)
No soy el que traiciona a las palomas,
a los niños, a las constelaciones...
Soy una verde voz desamparada
que su inocencia busca y solicita
con dulce silbo de pastor herido.

Soy un árbol, la punta de una aguja,
un alto gesto ecuestre en equilibrio;
la golondrina en cruz, el aceitado
vuelo de un búho, el susto de una ardilla.
Soy todo, menos eso que dibuja
un índice con cieno en las paredes
de los burdeles y los cementerios.
Todo, menos aquello que se oculta
bajo una seca máscara de esparto.
Todo, menos la carne que procura
voluptuosos anillos de serpiente
ciñendo en espiral viscosa y lenta.
Soy lo que me destines, lo que inventes
para enterrar mi llanto en la neblina.

Si pregunta por mí, dile que habito
en la hoja del acanto y en la acacia.
O dile, si prefieres, que me he muerto.
Dale el suspiro mío, mi pañuelo;
mi fantasma en la nave del espejo.
Tal vez me llore en el laurel o busque
mi recuerdo en la forma de una estrella.


13 septiembre, 2012

ALFÉREZ CRISTÓBAL DE LA COBA MACHICAO

Nació en Camaguey. Era alférez y regidor. Una hermana suya, Catalina, casó en segundas nupcias con Silvestre de Balboa, y otra, llamada doña Blasina, casó con Bartolomé Sánchez, otro de los sonetistas laudatorios de Balboa.

SONETO

Tan alto vuelas, pájaro Canario,
que se pierde de vista ya tu vuelo,
cual águila caudal que sube al cielo
a buscar su remedio en su contrario.

Tú que con nuevo estilo extraordinario
tu fama extiendes por el ancho suelo
contando la prisión y desconsuelo
del divino Pastor Santo Vicario.

Baja del alto alcázar de Elicona
donde tu claro ingenio te ha subido
a esa fragilidad nuestra ordinaria.

Y ceñirán tus sienes la Corona
del lauro bello sin sazón cogido
que te ofrece tu madre Gran Canaria.

19 julio, 2012

CAPITÁN PEDRO DE LAS TORRES SIFONTES

De las Torres Sifontes nació en Camaguey. Su alabanza de la obra de Silvestre de Balboa se significa por la definición de "soneto criollo de la tierra". Debe suponerse lógicamente que fue escrito una vez conociera el poema. La carta dedicatoria de éste va firmada el 30 de julio de 1608. Como en el caso de Silvestre de Balboa, cabe deducir que no fuera este soneto lo primero ni lo único que escribiera De las Torres Sifontes (o Sifuentes, según otros), porque revela una facilidad de expresión que habitualmente nace de la práctica, de la costumbre del soneto. Por otra parte, ese momentode la lírica cubana es exactamente el mismo de los grandes sonetos de la lírica mejicana.

SONETO

Habeis echado el sello á vuestra ciencia

      con tan sublime obra, buen Silvano,
      diciendo del Ilustre Altamirano
      el valor, cristiandad, y la paciencia.

Infalible verdad fué la pendencia

      que Ramos tuvo con el luterano;
      vengó al Pastor la ponderosa mano,
      dándonos á entender su omnipotencia.

Que al humilde levanta y de la loa,

      y al soberbio arroganteecha por tierra;
      estilo del señor muy ordinario.

Recibe de mi mano, buen Balboa,

      este soneto criollo de la tierra
      en señal de que soy tu tributario.
 

14 diciembre, 2011

ANTONIO BACHILLER Y MORALES

Un insolvente en La Habana, o el hombre-macao

La pobreza considerada como temible calamidad, y mayor que todas las plagas de Egipto, pierde mucho de su fealdad y hasta se convierte en un oficio que da pan y dinero en nuestro excepcional país. Decía un célebre escritor moderno que España es el país de los viceversas: a vivir en la fértil Cuba, hubiera escrito que tal de sus provincias es el lugar, flor y nata de las excepciones. No en balde hay quien le desea la quimera de una literatura excepcional.
La clase de insolventes se divide en varias especies que tienen su tipo especial cada una. Según la especie, son caracteres diferentes los que les distinguen: por lo regular, el insolvente es semejante a nuestro macao, no tiene casa, sino que se cuela en las conchas que ve vacías: digo esto porque en mi no corta práctica forense, he notado que son los seres que sufren menos frío que existen en el mundo. Quien vive al abrigo de su anciana madre; quien en la casa de su mujer: ¡oh!, esto es rarísimo en el mundo y comunísimo en La Habana. Cuando pregunta el juez que inquiere la solvencia del pleiteante y asegura éste francamente que nada tiene, ni oficio, y que vive en la morada de su esposa, que los muebles son de ésta, etc., que nada posee... me han dado ganas de poner en seguida, nada posee, ni vergüenza. Si se exceptúa el insolvente casado que vive en casa de su mujer, los demás viven todos al abrigo de algún benéfico ser que hace literalmente el papel de cobertor: abríganse pues que es una bendición.
Si pues el hombre-macao tiene por carácter general el de no tener casa propia, en cuanto a la forma de los órganos son diversísimos. El testaferrea del usurero usa cartera, chupa o paletó de lienzo, sombrero de jipijapa o de paño blanco: es como los cangrejos de Jesús María y el Manglar, de poco cuerpo y mucha boca. Si le quieren conocer ocurran a la Lonja: allí está como en un centro, pues la ejecución judicial que no se pone en su cabeza, él la dirige, eligiendo alguno de su familia, que a veces el macao se reproduce como el pólipo en una larga generación de primos y parientes de las propias trazas.
Tenía yo amistad con un honrado vizcaíno a quien se enredó en un pleito: en tres floreos se quedó sin blanca y su corta fortuna en otros tiempos, cuando Dios quería, pasó a manos que sé yo de quien: yo oí sus cuitas y quise consolar sus lamentos, proponiéndole que hiciese un informativo de insolvencia. Mi honrado cliente se resistía a que su nombre apareciera en los periódicos, proclamando su pobreza según nuestras disposiciones locales. En vano me esforcé por lograrlo, ¿y qué hacer? El agente de mi procurador travieso en el discurrir y holgazán en el ejecutar, como todos ellos, se movió a lástima y antes de que me ocurriera cosa alguna, dijo:
-¿Por qué no hace el señor don Homobono, así se llamaba el tal, una cesión fingida en don Mauregato Uñilargo, que es insolvente que se ocupa de esas cosas?
-La haría en el mismo diablo, siempre que quede yo seguro.
-Pues yo traeré a don Mauregato mañana a las once.
Concertada así la cita y resuelto don Homobono a entregar su bolsa al mismo Satanás, esperamos la llegada del siguiente día. Luego que apareció éste, vi al agente a quien llaman Anudar sus compañeros, entrar con las partes contratantes.
La faz de Uñilargo no fue cosa que me llamara la atención, quizá por la costumbre de verle en los Portales y la Lonja. Después de las salutaciones y de haber tomado asiento, se trabó el siguiente diálogo:
-Me ha dicho Anudar que es usted de oficio cobrador y que cuando usted cobra, no cobra la justicia y sí cuando cobro yo; si usted es cobrador de confianza yo le doy a usted la tercera del cobro.
Uñilargo no pudo resistir el dialecto en que se expresaba mi cliente enredado en negocio de que jamás entendió, y metiendo mano a la faltriquera, sacó una cartera enorme.
-Ven ustedes esta cartera, pues, vean ustedes, aquí hay seis pagarés, todos en estos términos: «Debó y pagaré a (aquí para, renglón en blanco) seiscientos pesos (no son todos iguales) que he recibido en dinero efectivo por hacerme merced y buena obra, etc.». -Pues en seguida cada pagaré renuncia esperas, quita y hasta la sepultura en sagrado que antes se condenaba con esa pena a los usureros, y ahora se va cambiando la tortilla... aquí soltó una grandísima carcajada y encendió un inmenso tabaco.
-¿Y qué me importan sus pagarés?
-Le importan, y a mí también... mire usted: antes de que viniera Tacón yo era tallador de monte... cayó en desuso este oficio y he de buscar uno análogo: heme usted de testaferrea. Yo negocio este dinero ajeno y si no se paga al plazo aquí en el blanco pongo mi nombre, soy insolvente y llama el deudor a Cachano... (otra carcajada interrumpió la expresión)... Cachano no viene y si el dinero y la propina y cuanto gano lo pongo en cabeza de mi mujer, mire usted si estando yo tan cujeado y tan experimentado, deberá usted ponerse en mis manos.
Mi cliente cogió miedo a las carcajadas de Uñilargo y tenía razón: esa carcajada que decía yo me burlo de las leyes, de los hombres y vivo, y no voy a ganar el pan con el sudor de mi frente: esa carcajada que decía, yo me valgo de una arma terrible, como el cirujano en la mesa de un anfiteatro, del bisturí y la cuchilla para dividir al infeliz deudor y alimentarme con su sangre y meter mis dedos en su corazón y sus entrañas. ¡Oh!, esa carcajada era terrible, infernal. Yo no pude dejar de sufrir esa impresión que sólo puede concebirse cuando se oye y no puse más atención al diálogo. Mi cliente quedó por mucho tiempo hablando de las conveniencias de ser insolvente en La Habana.
El hombre-macao puede ser insolvente y pagar casa de cuarenta o más pesos mensuales: hasta puede tener quitrín. A ocasiones no vive al abrigo de nadie, pero vive en un cuarto interior de doña Caridad Camaleona, que sin saber de dónde le vino, paga buena casa y criados y admírense los lectores por espíritu de pura galantería: quien usa más de todo lo que se ve y advierte, es el mancebo que habita en el cuarto por cuatro o cinco pesos al mes. Sucede que los acreedores del insolvente le embargan equivocadamente el quitrín: entonces doña Caridad prueba en tercería que es suyo y protesta los jornales del calesero y daños y perjuicios, y se forma un incidente para tratar de esto en que se hace parte velis nolis el deudor principal; y se forma otro expediente para que se componga el carruaje que sufre deterioro en el depósito; otro incidente para poner uno de los clavos de las herraduras de la bestia, etcétera; mientras tanto el acreedor se cansa y queda demostrado que un hombre-macao, es invulnerable, incombustible. (35)
Cuando se ha adquirido este convencimiento recuerda uno involuntariamente aquellas palabras del rey sabio en la partida segunda. «E son dos maneras de enemigos, los unos de la tierra è los otros de fuera: e los de la tierra son aquellos que moran o viven cotidianamente en ella, e estos son más dañosos que los de fuera.»
Entre todos el hombre-macao es el más perjudicial, porque está libre de la acción de la ley.

Noviembre 1846.
Bografía:
http://www.ecured.cu/index.php/Antonio_Bachiller_y_Morales

08 diciembre, 2011

ANSELMO SUARES ROMERO


Incompleta educación de las cubanas

No habrá seguramente quien desconozca la clara inteligencia que poseen nuestras compatriotas; pero todos convendrán también en que el tiempo dedicado por lo común a su enseñanza, es insuficiente para desenvolver esa rápida comprensión con que plugo a la naturaleza dotarlas. Verdad que en algunas familias, cuyos recursos pecuniarios les permiten llamar profesores a su seno, se prolonga la época en que el bello sexo no debe pensar en otra cosa que ilustrar su entendimiento y en aprender sus deberes; mas si de ahí volvéis la vista a las escuelas y colegios, encontraréis que son muy raros aquellos en que el período destinado para la instrucción alcanza a la adolescencia de la mujer; en casi todos no hallaréis más que, o niñas que apenas saben balbucear las cartillas, o niñas que comienzan a sacar provecho en los diversos ramos que estudian, pero a las cuales sus padres piensan ya, solamente porque van llegando a la adolescencia, separarlas del instituto.
Éstos son hechos que estamos mirando todos los días, y cuyas deplorables consecuencias, por el hábito de presenciarlos, no nos detenemos a calcular. Respondednos empero si creéis que interrumpiendo bruscamente la educación de vuestras hijas en la época precisa en que empezaban a recoger el fruto de sus trabajos, esperáis tener mujeres de ilustración adecuada al movimiento intelectual de los tiempos presentes. Esas niñas señalaban en los mapas muchos lugares con alguna celeridad y exactitud, esas niñas resolvían casi sin equivocarse problemas de aritmética, esas niñas escribían con alguna elegancia y desembarazo, esas niñas decían frases de lenguas extrañas, pintaban un paisaje, tocaban unas variaciones, narraban con mediana firmeza acontecimientos históricos, y definían aunque todavía con oscuridad los inmensos deberes del bello sexo; pero vosotros los que estáis obligados a trabajar sin tregua por el porvenir de ellas, os figuráis que saben ya bastante, y, caso de conceder que las apartáis prematuramente de los institutos, alegáis que no lo hacéis por innobles motivos de interés, sino porque aquí las mujeres no pueden estar a cierta edad lejos de las alas de su madre, que las guarecerán de todos los peligros. Tembláis por consiguiente de exponer a criaturas por quienes os palpita fuertemente el corazón, a que en el comercio con sus condiscípulas, en presencia de malos ejemplos, en el contacto con la gente del pueblo al atravesar las calles, acaso tomen mañana a vuestro hogar sin la inocencia con que entraron en la casa de enseñanza. Miedo santo por el origen de que procede; pero permitidnos que hablando el lenguaje severo de la verdad y pidiendo que en nuestras expresiones por duras que parezcan no miréis sino sanas intenciones, os digamos que incurrís en contradicciones y en injusticias palpables.
No sois consecuentes en lo que hacéis, porque si al llegar vuestras hijas a la adolescencia las encontráis rodeadas de tamaños peligros, estos mismos existen antes de la edad en que asustados las sacáis apresuradamente de las casas de enseñanza. Entonces también recorren las calles y oyen y ven la palabra y el ademán de mala ley dichos y ejecutados ante el abyecto esclavo a quien casi siempre las confiáis para que las conduzcan al instituto; entonces también se hallan en estrecho y perenne contacto con sus condiscípulas de todas clases; entonces también pueden aprender, de los mismos encargados de levantar su inteligencia y de enaltecer sus afectos, lo que debieran ignorar toda su vida. Los riesgos son iguales; la diferencia está únicamente en que las semillas del mal enterradas en el corazón de las niñas no darán sus venenosos frutos hasta una época más distante. Fuera de que, por hacer ostentación de cautos, sois extremadamente injustos no distinguiendo entre las casas de educación, de las cuales todas os parecen buenas para las niñas, y ninguna sin excepción halláis donde no puedan depravarse vuestras hijas desde el momento en que alboree en ellas la juventud. De esta manera os asemejáis al que, devorado por la sed y rodeado de manantiales, prefiriese morir a tomarse el trabajo de averiguar cuáles aguas eran las saludables y cuáles las mortíferas.
Hemos probado que incurrís en una contradicción patente, y que la pereza os arrastra a la injusticia; mas escuchad con benevolencia si todavía volvemos a tachar de contradictoria la conducta que seguís. Acaso contéis con capitales bastantes para sufragar los gastos de una educación ultramar. Oís en todas las bocas que las casas de enseñanza de la isla de Cuba son por lo común malas, y eso es lo que también creéis vosotros; de donde concluís que lo mejor será mandar a vuestras hijas a educarse en alguno de los colegios montados bajo un pie brillante que hay en el extranjero. Sabéis que la ausencia os costará lágrimas; pero el amor paternal os pinta en la imaginación con risueños colores el momento venturoso en que volveréis a abrazar, adornadas de conocimientos extensos, amantes de la virtud y señaladas por la elegancia de sus modales, a esas criaturas cuyo porvenir os preocupa perennemente; y, o vais con ellas para dejarlas instaladas en el instituto elegido, o las mandáis con amigos próximos a embarcarse. De cualquier manera sin embargo, estando lejos de vosotros, no podréis hablar todos los días y a todas horas con las personas que se hallan al frente del establecimiento, ni inspeccionar su conducta, ni escudriñar íntimos pormenores, ni satisfaceros de la bondad de los métodos, ni mirar hacia qué rumbo se encamina el corazón de las discípulas, ni cuáles libros se ponen en sus manos, ni las creencias que se les inspiran. Recibís carta en que tal vez se aplauda la maravillosa inteligencia de vuestras hijas, sus sorprendentes progresos, su dócil carácter, sus sentimientos elevados; y, como es natural, el llanto de la alegría brotará entonces de vuestros ojos. Algunas ocasiones esos encomios fueron merecidos; pero los padres que tal dicha alcanzaron, no reparan en la profunda amargura con que otros han visto desvanecidas las halagüeñas esperanzas que abrigaron al mandar a educar a sus hijas fuera de su inmediata vigilancia. Éstos advierten asombrados y entristecidos que aquéllas no se precipitan ya en sus brazos con el célico alborozo de las hijas que siempre estuvieron cerca de sus padres, que, no encontrando nada bueno en su patria, suspiran siempre por regresar al país donde recibieron las primeras impresiones; que el sacrosanto amor a la tierra natal apenas alumbra en sus pechos; que en sus costumbres hay rasgos diametralmente opuestos a las dominantes del lugar que las vio nacer; que escuchan, con frialdad unas veces, con repugnancia otras, con desprecio quizás algunas ocasiones, las advertencias que les dirigen; que se complacen en la lectura de ciertas obras; que no aman a ninguna de las otras jóvenes compatriotas suyas con aquella afección honda e imperecedera que nos enlaza a los que en la misma escuela aprendieron a leer junto con nosotros; que, tartamudeando una lengua extraña, tampoco saben la nativa; que figurándose a grande altura respecto de cuantos las rodean, a todos los miran con insultante altivez.
Este tardío desengaño, experimentado por algunos de vosotros que creyendo malos todos los establecimientos de educación existentes en el país, apartasteis a vuestras hijas de la escrutadora y benéfica vigilancia paternal para llevarlas a educar donde sabíais como se llenaban los augustos deberes del magisterio, es otra prueba de que no hay consecuencia en vuestras determinaciones. Temíais que las casas de enseñanza de aquí os devolviesen marchitas las flores que les entregabais exhalando el aroma de la inocencia; pero, imprudentes, irreflexivos, deslumbrados por la educación en el extranjero, no pensasteis ni un solo instante en las consecuencias que podría acarrear vuestra funesta credulidad y ligereza. Alguno habrá quizás que al leer estos renglones se figure que nosotros sostenemos que nuestras casas de enseñanza son tan buenas en general como las de ciertos países extranjeros, y que se lo figure porque hemos dicho que no siempre la educación de las cubanas que fueron a aprender en ellas, correspondió a las esperanzas concebidas. Tal no es por cierto nuestra opinión; porque el amor patrio que nos mueve a cantar himnos al sol que entre celajes de nácar y de oro se esconde sobre las pencas ondulantes de las palmas, no ha apagado la admiración que nos causan los progresos que en muchedumbre de cosas han hecho otros países. Fuera de las excepciones, casi todos nuestros institutos son censurables; confesión que solamente el respeto a la verdad pudiera arrancar de nuestra pluma, pero que es necesario tener valor para hacérnosla todos los días, a fin de que empecemos a sacudir el ignominioso abandono con que procedemos respecto de las casas de enseñanza.


Jean-Honore Fragonard. Portrait of a Young Girl Reading. 1776.

Nosotros tenemos la culpa de los vicios que en muchas de ellas nos afligen, nosotros, que amedrentados al pensar en los resultados que podría traer al dejarse a una alumna en el período de la adolescencia dentro de los muros de los institutos mal gobernados, adoptamos la resolución, o de educar a nuestras hijas en el extranjero, o, lo que con más frecuencia sucede, de interrumpir prematuramente su instrucción. Los peligros pululan también en nuestro hogar a manera de reptiles que se arrastran por entre la hierba, si en nuestro hogar somos del mismo modo negligentes. No pensemos tanto en acumular riquezas como en el porvenir de la patria, que está todo encerrado en el entendimiento y en el corazón de los niños de ambos sexos. Trabajemos por proporcionarnos bienestar, por hallar los medios de cumplir nuestras obligaciones, por dejar hacienda a nuestros hijos; ese deseo es legítimo e inocente; pero no nos llevemos nunca los manjares a la boca, no busquemos en el sueño el reposo a nuestras fatigas, sin haber ido antes, no faltando un solo día, al establecimiento en que están aprendiendo nuestros hijos. Si no sabemos cómo aconsejémonos con las personas ilustradas. Si la pereza tiende sobre nuestras almas sus negras y fúnebres alas, y si ella nos infunde el sueño de la muerte, no clamemos por dondequiera que adoramos la patria, porque nos estamos engañando a nosotros mismos. En materia tan transcendental no cabe ningún linaje de disculpas. Movamos los pies, si es que queremos caminar.
Muchas cosas progresan entre nosotros, y lo único en que no se advierten adelantamientos, en que tal vez se retrograda, es en las casas de enseñanza, no porque deje de ser mayor su número, no porque sea más limitado el catálogo de los ramos que se enseñan, no porque no haya honrosas excepciones; sino porque es en lo que se quiere que todo emane de la acción de la autoridad, y de los esfuerzos espontáneos de los maestros. Nos reunimos presurosos para que se construya un ferrocarril, para que se levanten almacenes donde depositar nuestros frutos, para que se creen instituciones de crédito; buscamos instrumentos y máquinas que suplan los brazos africanos que riegan con su sudor los campos de la patria; paramos la atención en el procedimiento que de cierta cantidad del zumo de la caña dará la azúcar más abundante, más consistente y más bella; estamos aprendiendo a arar y preparar mejor las diversas clases de terrenos; vamos ya con alguna frecuencia a nuestras heredades confiadas exclusivamente no hace mucho a hombres ineptos; procuramos llevar por partida doble la cuenta y razón de nuestros negocios; tenemos cuidado de inquirir a cuáles precios corren nuestros productos en los mercados; y los que nos abonamos a la ópera italiana concurrimos todas las noches a embebecernos desde la luneta y el palco con la música y el canto. Pero estos relámpagos de actividad se apagan como por encanto en tratándose de la educación. Entonces decimos que la autoridad es la que debe vigilar exclusivamente sobre las casas de enseñanza, que ella es la que ha de ver si los maestros cumplen con sus deberes, que a ella es a la que le toca expulsar de los institutos a los que encuentre indignos de estar al frente de la niñez. Si fincamos grande empeño en pactar claramente con el preceptor la cantidad que se le ha de abonar mensualmente, cantidad que a menudo se lucha porque sea la menor posible, y cantidad que a la postre suele no pagarse con la caballerosa exactitud con que se satisfacen las deudas contraídas en los degradantes y serviles juegos de azar. Pero después de ajustada esa condición del contrato, decidnos con leal franqueza cuántas veces pisamos los umbrales del instituto donde se enseña a nuestros hijos. Ni un momento tan sólo en todo el año vamos allí a advertir faltas, a exigir su enmienda, a celebrar lo bueno, a cerciorarnos del saber o de la ignorancia de las virtudes o de los vicios, del carácter desapacible o suave, de las palabras decentes o asquerosas, de la bondad o ineficacia de los métodos, de las tendencias elevadas o miserables, de las reprensiones bárbaras o dulces, del orden o desconcierto, de los alimentos abundantes y sanos o escasos y nauseabundos, de las horas que se emplean en las clases, de las que se destinan al estudio, de las que se invierten en las recreaciones propias de la niñez, de los libros cuya lectura se permite, de la vigilancia con que se siguen los pasos de los alumnos, del sueldo que se paga a los profesores auxiliares, del criterio que ha presidido la elección de éstos, de la constancia con que el director recorre sin cesar todas las clases; ni de nada, en fin, que tenga conexión con el porvenir físico, intelectual y moral de nuestros hijos.
Y vosotras tampoco, bellas hijas de esta hermosa tierra, sois más solícitas que vuestros maridos en el cumplimiento de los indeclinables deberes que os impone la educación de los seres que tanto amáis. Con un esclavo, sí, con un esclavo casi siempre mandáis diariamente a la escuela a pie o en carruaje a la niña en cuyas sonrosadas mejillas estampasteis primero el beso inefable que nadie más que las madres saben dar, cuyos cabellos peinasteis con prolijidad, y cuyos vestidos adornasteis de brillante cinta de seda. Esa niña oye y ve en la calle lo que, si vosotras la hubieseis llevado, muchas veces no habría visto y oído. Tenéis cuidado de mandar al mismo esclavo para que la vaya a buscar al mediodía y por la tarde a la hora precisa en que terminan las tareas del instituto, y muy a menudo para que al llegar a vuestra casa se cubran sus infantiles cuerpos de espléndidos atavíos, para que ocupe un asiento en el quitrín, en la victoria o en el coche, para que discurra por los paseos, y para que luego escuche y presencie las melodías de Donizzetti y de Verdi y los melodramas de Romani y de Maggioni. ¿Pero qué hora del día, qué día de la semana, qué época del año habéis destinado para visitar el establecimiento donde entregasteis aquel sagrado tesoro? ¿Por ventura vais siquiera a los exámenes públicos de fines de año? Vemos allí entonces en derredor de los individuos de la comisión a las niñas que se están examinando, vemos a la directora, a las preceptoras y a los maestros auxiliares, vemos al pueblo agrupado a las rejas de las ventanas; pero los rostros bañados de santa unción, los rostros cariñosos, dulces, tiernos, los rostros en que se pinta el amor más grande que puede sentir la criatura, los rostros que palidecen y se alborozan al escuchar la respuesta que ha salido de labios tantas veces acariciados con millares de besos, los rostros de las madres que por un instante de felicidad para sus hijas no titubearían en dar la vida; esos rostros no iluminan el cuadro con su benéfico fulgor. Las niñas contestan con frialdad, los profesores interrogan con frialdad, los miembros de la comisión escuchan también con frialdad, porque en el venerado recinto de la casa de enseñanza falta una cosa de prepotente influencia, porque falta una sensación poderosísima, porque faltan las madres, que no han querido ver el estado en que se hallan la inteligencia y los afectos de sus hijas. Mas si éstas obtuvieron el premio de una cinta, de una medalla, de un libro, de un certificado, no creáis que las madres dejen de celebrar aquel modesto y honroso triunfo; ellas se apresurarán por su parte a recompensar también con otras cosas la aplicación ya galardonada por los miembros de las comisiones examinadoras; las niñas pueden contar desde luego con nuevos vestidos, con excursiones al campo, con funciones teatrales. Ha habido premios; ¿pero estos premios ejercerán nunca el influjo que en pro del saber y de las virtudes produciría la frecuente asistencia de las madres a los institutos?
Laméntanse sin embargo de que la mayoría de éstos son malos, y dicen que consentirán, porque no les queda otro recurso, en que sus hijas concurran a ellos durante el período de la niñez, pero que en su concepto proceden con cordura sacándolas apresuradamente de allí al acercarse la edad de la adolescencia. Ved en esto el origen de la incompleta educación que reciben nuestras compatriotas. Cuando empezaban a caminar por las sendas del saber, cuando columbraban otros horizontes, cuando las huellas augustas de la reflexión se grababan en sus transparentes fisonomías, entonces aquel instituto mismo, en que estuvo la niña varios años, parece un lugar peligroso para la que ya comienza a ser joven. Las clases de historia, de geografía, de gramática, de composición, de literatura, de idiomas, se interrumpen de súbito. Las alumnas tornarán al seno de la familia con principios elementales de muchos ramos, pero sin haber ahondado en ninguno. No todas ocasiones sabrán resolver sin equivocarse un problema de aritmética, ni escribir una carta con corrección, ni señalar con firmeza en el mapa los lugares, ni distinguir instantáneamente una epopeya de una oda, ni acertar con las causas de un acontecimiento histórico, ni sostener la conversación en una lengua extraña. Arrancándose la fruta antes de haberse madurado, no habría apenas qué lamentar si en el seno de la familia se continuaran siempre las lecciones interrumpidas fuera de sazón. ¿Pero acontece así por ventura la mayor parte de las veces? Cuando más se obliga a las niñas por algunos días a leer un rato, a cursar la letra, a traducir una página; después cesan del todo estos trabajos; y pronto los reemplaza, las diversiones, los paseos, los bailes, las modas, las fastuosidades del lujo, las lecturas frívolas cuando no perniciosas, las inquietudes del alma, las pasiones que todavía no era tiempo que despertasen. ¡Ah!, la culpa no está en las alumnas que tan aprisa dejaron los bancos de la escuela, sino en las madres que antes de tiempo quisieron substituir los sencillos vestidos de la infancia por los refinados adornos de la mujer, avisarles ellas mismas que habían llegado a otra edad, y lanzarlas en el piélago del mundo expuestas a naufragar.
Por eso comenzamos y concluimos este artículo diciendo que es incompleta por lo común la educación de las cubanas. Achácase el mal a los institutos defectuosamente organizados; pero nosotros creemos firmemente que todas las casas de enseñanza en que se instruye al bello sexo serían indignas de conservar a las alumnas en su recinto cualquiera que fuese la edad a que llegasen, siempre que las madres, impulsadas por el amor inextinguible que arde en sus corazones, sacudiesen la letal indiferencia con que miran los establecimientos de educación. En éstos no habría abusos entonces. Las preceptoras y los preceptores indignos buscarían en otra profesión los medios de vivir. No habría que pensar en el extranjero para imbuir las ideas y los sentimientos que aquí pueden inspirarse. Las mujeres de nuestra tierra se prepararían más para llenar las arduas obligaciones de madres de familia: amarían más los libros graves que enseñan y que exaltan la adoración de las virtudes; buscarían más los discursos de los hombres sabios; sus entusiastas pechos palpitarían más al recordar los eminentes varones que cruzaron por el mundo dejando tras sí un resplandor eterno de su genio, de su inocencia y de su heroísmo por todo lo grande y santo; las inspiraciones generosas tendrían más cabida en sus almas; el porvenir inmaculado de sus hijos sería más su único y perenne pensamiento; se acordarían más de su patria; la humanidad se presentaría más a sus ojos en cualquier instante; serían más fuertes, más resignadas, más susceptibles de dejarse arrebatar en alas de la esperanza; se acercarían más al ideal de la mujer cristiana. Madres de Cuba, no hemos tomado la pluma para imprimir en vuestras frentes un baldón, no, ésa no ha sido ni remotamente nuestra idea; cubana era también nuestra madre; en nosotros por consiguiente sería una blasfemia cualquiera frase encaminada a lastimaros. Recibid nuestros consejos como se oyen los de un hermano. La autoridad corrige los abusos que llega a penetrar, hay algunas casas de enseñanza buenas; pero si las medidas de aquélla no llegan a producir todo el resultado apetecible, si los institutos malos hacen cometer la injusticia de que con los otros los confunda la pereza en un mismo anatema de execración, vosotras, madres cubanas, vosotras sois las responsables. Desde el día que no apartéis la vista un solo instante de las casas de enseñanza, podrán permanecer en todas sin riesgo vuestras hijas adolescentes. El desarrollo precoz debido al clima, no tiene en las pasiones y en las costumbres ningún influjo incontrastable. Cuanto penséis y cuanto se pretenda inculcaros sobre el asunto, carece completamente de fundamento. Los signos que indican la acción de la naturaleza, no arrastran por sí solos a extravíos, cuyo origen será preciso buscar siempre en la carencia de principios sólidos de moral, en los ejemplos nocivos, en las amistades peligrosas, en las relaciones con seres abyectos, en los libros depravadores, en el olvido de inspirar dignidad a la mujer, en las conversaciones imprudentes, en los espectáculos públicos capaces de ir estragando poco a poco los afectos, en las recreaciones de familia cuyas fatales consecuencias no se prevén, y en otras muchas causas semejantes, en las cuales el clima no representa esa influencia irresistible y fatal que algunos abdicando la libertad humana, le atribuyen. El sol abrasante que todos los días resplandece con asombradora magnificencia en el profundo azul de nuestro cielo, no merece que se le impute el desconcierto que reina en aquellas escuelas y colegios para el bello sexo, de donde hacéis bien en sacar a vuestras hijas. Los vicios de esos institutos habrían sido los mismos, aunque estuviesen situados en las heladas regiones polares.
(1859)

Ancelmo Suares Romero (La Habana, 1818-1878) Escritor cubano. Colaboró en las más importantes publicaciones de su época, y reunió sus escritos sobre costumbres y paisajes cubanos, y sus juicios literarios, en una Colección de artículos (1859). En 1838 escribió Francisco, el ingenio, o las delicias del campo, novela en que describió los horrores de la esclavitud.

08 agosto, 2009

REYNALDO SOTO HERNANDEZ

(Morón-1966)



CARTA DE AMOR A ANTINOO DESDE EL UMBRAL DEL SIGLO

¿En qué pensaste Antínoo, cuando el lodo del río
desesperadamante se amontonó en tus ojos?
¿Qué palabra estalló sobre la piel del agua
con la última burbuja cálida de tu aliento?
¿De qué espesor y hondura era tu soledad,
de qué largo y color tu miedo al desamparo;
¡a la sombra de un rey! la tarde en que partiste?
¿Sentiste miedo, dime, a la hora de confundir
con el frío de tu corazón el frío del fondo?
¿Ya te sabías divino, etéreo, inabarcable,
tocado por el aura sin fin de la belleza?
¿Cuál piedra fue tu cómplice? ¿a qué juncos eternos
se ciñeron tus dedos, para anclar tu cadáver
como una mariposa en el centro del tiempo?
¿Pronunciaste mi nombre? ¿creíste en mí, chiquillo,
que desde veinte siglos después te sigo amando
como si nunca jamás te hubieras ido?

Yo estoy aquí, ¿me ves? de pie frente a tu piedra,
frente a tu noble frente en piedra eternizada,
mirándote morir. Tal vez sacrificándote;
porque debes saber que aunque en ti se haga luz
mi amor desmesurado, y aunque te siga amando
hasta que se me despoble a golpes la memoria,
yo te ahogaría, niño, con estas mismas manos,
tan sólo para que la leyenda de tu entrega,
diminuto gigante, no nos falte a los hombres.

Te tengo dos mil años de lágrimas de deuda
que no podré pagarte. Aquí te traigo en cambio
un girasol, un beso, un pájaro, estos versos,
y el venirte a decir que desde mi distancia
yo quiero ser el pez que cruza por tu rostro
con su aire precoz de ausencia y soledad,
de desesperación y miedo en la mirada.

¿En dónde estás ahora? ¿Encontraste el camino?
¿No se pudrió tu risa en tantos avatares?
¿A dónde van los muertos que mató el amor?


Charlotte, Carolina del Norte. Abril 27-30 del 2003.



PLEGARIA
Para Yoel, así.

Sálvame tú, divina adolescencia;
repárteme en tu arder, hazme tu espejo,
déjame hacerme en ti de mi reflejo,
como una fiebre entrar en tu inocencia.

Riega la curva dócil de tu imagen
por mi cuerpo quemándose en tu asombro,
asúmeme triunfal, ponme en tu escombro
a que a hacerte otra vez mis manos bajen.

Cállame en ti, dador, como he venido;
casi vencida nieve, casi lluvia,
a derramar en ti mi verbo herido


para otra vez nacer bajo tu pluvia.
Deja mi vuelo preso en el fluido
de la extensión alar de tu alma rubia.




QUIJOTISMO

Vístase el mercader de mariposas,
Hágase el general ungir de santo,
Apiádese el verdugo a humano llanto,
Póngase el dictador a dictar rosas.

Asquéese el ladrón ante lo hurtado,
Dedíquese el ególatra al amigo,
Descúbrase el banquero ante el mendigo,
Tórnese el indignante en indignado.

Acábese el poder por el garrote,
Désele licitud a lo prohibido,
Desvalórese el brillo del lingote,

Vitoréese al arte, no al partido.
Vuélquese todo y seguiré quijote,
Que no me engañas, mundo, estas podrido.

18 mayo, 2009

DELFÍN PRATS

(Holguín, 1945)

FÁBULA DEL CAZADOR Y EL CIERVO

El ciervo escapa, lejos del cazador que lo persiguen
como el juglar al verso que entre nieblas discurre
Cercana la infancia, distantes las montañas
que azulean a lo lejos, al borde del abismo
por donde cruzan, trémulas, las manos del juglar
Toda la expectativa por el futuro incierto está en sus ojos
La yerba fresca, la espesura del bosque
el borde tímido del agua
no pueden ser la obra del azar
como tampoco pueden serlo los amorosos cantos
que el cazador dispone como trenzada red para atraparlo
Lejos de la mirada del juglar el ciervo escapa
por la linde del bosque. El universo:
inocente metáfora de Dios que al unisonó copian
las pupilas del ciervo y el canto del juglar
Y cuando finalmente es atrapado, disuelto en el discurso
ardiendo en el abrazo, que el vino y las palabras enardecen
el ciervo nuevamente escapa
lejos del cazador que lo contempla
ahora en los contextos de la fábula


HUMANIDAD

Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que va al campo montada en borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno un recobrado y dulce lugar llamado
humanidad


PROGRAMA PÁGINAS DE RADIO ANGULO, EN HOLGUIN, AL QUE FUE INVITADO DELFÍN PRATS