08 agosto, 2009

REYNALDO SOTO HERNANDEZ

(Morón-1966)



CARTA DE AMOR A ANTINOO DESDE EL UMBRAL DEL SIGLO

¿En qué pensaste Antínoo, cuando el lodo del río
desesperadamante se amontonó en tus ojos?
¿Qué palabra estalló sobre la piel del agua
con la última burbuja cálida de tu aliento?
¿De qué espesor y hondura era tu soledad,
de qué largo y color tu miedo al desamparo;
¡a la sombra de un rey! la tarde en que partiste?
¿Sentiste miedo, dime, a la hora de confundir
con el frío de tu corazón el frío del fondo?
¿Ya te sabías divino, etéreo, inabarcable,
tocado por el aura sin fin de la belleza?
¿Cuál piedra fue tu cómplice? ¿a qué juncos eternos
se ciñeron tus dedos, para anclar tu cadáver
como una mariposa en el centro del tiempo?
¿Pronunciaste mi nombre? ¿creíste en mí, chiquillo,
que desde veinte siglos después te sigo amando
como si nunca jamás te hubieras ido?

Yo estoy aquí, ¿me ves? de pie frente a tu piedra,
frente a tu noble frente en piedra eternizada,
mirándote morir. Tal vez sacrificándote;
porque debes saber que aunque en ti se haga luz
mi amor desmesurado, y aunque te siga amando
hasta que se me despoble a golpes la memoria,
yo te ahogaría, niño, con estas mismas manos,
tan sólo para que la leyenda de tu entrega,
diminuto gigante, no nos falte a los hombres.

Te tengo dos mil años de lágrimas de deuda
que no podré pagarte. Aquí te traigo en cambio
un girasol, un beso, un pájaro, estos versos,
y el venirte a decir que desde mi distancia
yo quiero ser el pez que cruza por tu rostro
con su aire precoz de ausencia y soledad,
de desesperación y miedo en la mirada.

¿En dónde estás ahora? ¿Encontraste el camino?
¿No se pudrió tu risa en tantos avatares?
¿A dónde van los muertos que mató el amor?


Charlotte, Carolina del Norte. Abril 27-30 del 2003.



PLEGARIA
Para Yoel, así.

Sálvame tú, divina adolescencia;
repárteme en tu arder, hazme tu espejo,
déjame hacerme en ti de mi reflejo,
como una fiebre entrar en tu inocencia.

Riega la curva dócil de tu imagen
por mi cuerpo quemándose en tu asombro,
asúmeme triunfal, ponme en tu escombro
a que a hacerte otra vez mis manos bajen.

Cállame en ti, dador, como he venido;
casi vencida nieve, casi lluvia,
a derramar en ti mi verbo herido


para otra vez nacer bajo tu pluvia.
Deja mi vuelo preso en el fluido
de la extensión alar de tu alma rubia.




QUIJOTISMO

Vístase el mercader de mariposas,
Hágase el general ungir de santo,
Apiádese el verdugo a humano llanto,
Póngase el dictador a dictar rosas.

Asquéese el ladrón ante lo hurtado,
Dedíquese el ególatra al amigo,
Descúbrase el banquero ante el mendigo,
Tórnese el indignante en indignado.

Acábese el poder por el garrote,
Désele licitud a lo prohibido,
Desvalórese el brillo del lingote,

Vitoréese al arte, no al partido.
Vuélquese todo y seguiré quijote,
Que no me engañas, mundo, estas podrido.