14 diciembre, 2011

ANTONIO BACHILLER Y MORALES

Un insolvente en La Habana, o el hombre-macao

La pobreza considerada como temible calamidad, y mayor que todas las plagas de Egipto, pierde mucho de su fealdad y hasta se convierte en un oficio que da pan y dinero en nuestro excepcional país. Decía un célebre escritor moderno que España es el país de los viceversas: a vivir en la fértil Cuba, hubiera escrito que tal de sus provincias es el lugar, flor y nata de las excepciones. No en balde hay quien le desea la quimera de una literatura excepcional.
La clase de insolventes se divide en varias especies que tienen su tipo especial cada una. Según la especie, son caracteres diferentes los que les distinguen: por lo regular, el insolvente es semejante a nuestro macao, no tiene casa, sino que se cuela en las conchas que ve vacías: digo esto porque en mi no corta práctica forense, he notado que son los seres que sufren menos frío que existen en el mundo. Quien vive al abrigo de su anciana madre; quien en la casa de su mujer: ¡oh!, esto es rarísimo en el mundo y comunísimo en La Habana. Cuando pregunta el juez que inquiere la solvencia del pleiteante y asegura éste francamente que nada tiene, ni oficio, y que vive en la morada de su esposa, que los muebles son de ésta, etc., que nada posee... me han dado ganas de poner en seguida, nada posee, ni vergüenza. Si se exceptúa el insolvente casado que vive en casa de su mujer, los demás viven todos al abrigo de algún benéfico ser que hace literalmente el papel de cobertor: abríganse pues que es una bendición.
Si pues el hombre-macao tiene por carácter general el de no tener casa propia, en cuanto a la forma de los órganos son diversísimos. El testaferrea del usurero usa cartera, chupa o paletó de lienzo, sombrero de jipijapa o de paño blanco: es como los cangrejos de Jesús María y el Manglar, de poco cuerpo y mucha boca. Si le quieren conocer ocurran a la Lonja: allí está como en un centro, pues la ejecución judicial que no se pone en su cabeza, él la dirige, eligiendo alguno de su familia, que a veces el macao se reproduce como el pólipo en una larga generación de primos y parientes de las propias trazas.
Tenía yo amistad con un honrado vizcaíno a quien se enredó en un pleito: en tres floreos se quedó sin blanca y su corta fortuna en otros tiempos, cuando Dios quería, pasó a manos que sé yo de quien: yo oí sus cuitas y quise consolar sus lamentos, proponiéndole que hiciese un informativo de insolvencia. Mi honrado cliente se resistía a que su nombre apareciera en los periódicos, proclamando su pobreza según nuestras disposiciones locales. En vano me esforcé por lograrlo, ¿y qué hacer? El agente de mi procurador travieso en el discurrir y holgazán en el ejecutar, como todos ellos, se movió a lástima y antes de que me ocurriera cosa alguna, dijo:
-¿Por qué no hace el señor don Homobono, así se llamaba el tal, una cesión fingida en don Mauregato Uñilargo, que es insolvente que se ocupa de esas cosas?
-La haría en el mismo diablo, siempre que quede yo seguro.
-Pues yo traeré a don Mauregato mañana a las once.
Concertada así la cita y resuelto don Homobono a entregar su bolsa al mismo Satanás, esperamos la llegada del siguiente día. Luego que apareció éste, vi al agente a quien llaman Anudar sus compañeros, entrar con las partes contratantes.
La faz de Uñilargo no fue cosa que me llamara la atención, quizá por la costumbre de verle en los Portales y la Lonja. Después de las salutaciones y de haber tomado asiento, se trabó el siguiente diálogo:
-Me ha dicho Anudar que es usted de oficio cobrador y que cuando usted cobra, no cobra la justicia y sí cuando cobro yo; si usted es cobrador de confianza yo le doy a usted la tercera del cobro.
Uñilargo no pudo resistir el dialecto en que se expresaba mi cliente enredado en negocio de que jamás entendió, y metiendo mano a la faltriquera, sacó una cartera enorme.
-Ven ustedes esta cartera, pues, vean ustedes, aquí hay seis pagarés, todos en estos términos: «Debó y pagaré a (aquí para, renglón en blanco) seiscientos pesos (no son todos iguales) que he recibido en dinero efectivo por hacerme merced y buena obra, etc.». -Pues en seguida cada pagaré renuncia esperas, quita y hasta la sepultura en sagrado que antes se condenaba con esa pena a los usureros, y ahora se va cambiando la tortilla... aquí soltó una grandísima carcajada y encendió un inmenso tabaco.
-¿Y qué me importan sus pagarés?
-Le importan, y a mí también... mire usted: antes de que viniera Tacón yo era tallador de monte... cayó en desuso este oficio y he de buscar uno análogo: heme usted de testaferrea. Yo negocio este dinero ajeno y si no se paga al plazo aquí en el blanco pongo mi nombre, soy insolvente y llama el deudor a Cachano... (otra carcajada interrumpió la expresión)... Cachano no viene y si el dinero y la propina y cuanto gano lo pongo en cabeza de mi mujer, mire usted si estando yo tan cujeado y tan experimentado, deberá usted ponerse en mis manos.
Mi cliente cogió miedo a las carcajadas de Uñilargo y tenía razón: esa carcajada que decía yo me burlo de las leyes, de los hombres y vivo, y no voy a ganar el pan con el sudor de mi frente: esa carcajada que decía, yo me valgo de una arma terrible, como el cirujano en la mesa de un anfiteatro, del bisturí y la cuchilla para dividir al infeliz deudor y alimentarme con su sangre y meter mis dedos en su corazón y sus entrañas. ¡Oh!, esa carcajada era terrible, infernal. Yo no pude dejar de sufrir esa impresión que sólo puede concebirse cuando se oye y no puse más atención al diálogo. Mi cliente quedó por mucho tiempo hablando de las conveniencias de ser insolvente en La Habana.
El hombre-macao puede ser insolvente y pagar casa de cuarenta o más pesos mensuales: hasta puede tener quitrín. A ocasiones no vive al abrigo de nadie, pero vive en un cuarto interior de doña Caridad Camaleona, que sin saber de dónde le vino, paga buena casa y criados y admírense los lectores por espíritu de pura galantería: quien usa más de todo lo que se ve y advierte, es el mancebo que habita en el cuarto por cuatro o cinco pesos al mes. Sucede que los acreedores del insolvente le embargan equivocadamente el quitrín: entonces doña Caridad prueba en tercería que es suyo y protesta los jornales del calesero y daños y perjuicios, y se forma un incidente para tratar de esto en que se hace parte velis nolis el deudor principal; y se forma otro expediente para que se componga el carruaje que sufre deterioro en el depósito; otro incidente para poner uno de los clavos de las herraduras de la bestia, etcétera; mientras tanto el acreedor se cansa y queda demostrado que un hombre-macao, es invulnerable, incombustible. (35)
Cuando se ha adquirido este convencimiento recuerda uno involuntariamente aquellas palabras del rey sabio en la partida segunda. «E son dos maneras de enemigos, los unos de la tierra è los otros de fuera: e los de la tierra son aquellos que moran o viven cotidianamente en ella, e estos son más dañosos que los de fuera.»
Entre todos el hombre-macao es el más perjudicial, porque está libre de la acción de la ley.

Noviembre 1846.
Bografía:
http://www.ecured.cu/index.php/Antonio_Bachiller_y_Morales

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